
¡Al fin llega Miffy!
Un clásico dirigido a la primera infancia, leído por tres generaciones, llega a nuestras manos gracias a Coco Books. Los libros de esta pequeña conejita, creada en 1955 por Dick Bruna, son tan reconocibles que hasta hoy miles de lectores en el mundo se divierten y hasta visitan su museo, en Utrecht, para conocer más de su universo.
En nuestro imaginario cultural, las patas de conejo y la buena suerte están relacionadas. En el caso de Miffy, el libro que llevó a la fama y fortuna al diseñador gráfico, escritor e ilustrador neerlandés Dick Bruna, esta coincidencia se vuelve literal. En 1955, mientras pasaba unas vacaciones familiares en la costa de los Países Bajos, los saltos de un conejo al fondo del jardín captaron su atención; enseguida creó un heroico personaje que se convertiría en el protagonista de los cuentos que contó a su hijo, Sierk, de un año, para entretenerlo o hacerlo dormir.
Bruna, quien ya trabajaba como ilustrador, rápidamente lo plasma en el papel. Al dibujarlo, decide que será una conejita, de entre uno y cuatro años de edad (el vestido le parece más interesante que el pantalón, pues entrega más posibilidades gráficas). Así nace Miffy (o Nijntje, en neerlandés): en una blanca hoja de papel, dos puntos negros y un hocico en forma de cruz crean a un tierno personaje que ha cautivado a diferentes generaciones. Desde una simpleza compositiva, presenta el entorno cotidiano y recrea el mundo de la primera infancia con temáticas cercanas como la amistad, los abuelos, el miedo al hospital, el museo o el trabajo en su huerta.
En sus sesenta años de carrera, el escritor publicó ciento veinticuatro cuentos infantiles. Traducido a más de cuarenta idiomas, logró trascender en el tiempo al ser leído por abuelos, padres y nietos en forma consecutiva, y mantenerse vigente hasta la actualidad. “Cuando estoy en mi mesa de dibujo, a veces tengo la sensación de que un niño está a mi lado y me mira atentamente. Es una de las razones por las que mis dibujos miran siempre al lector. Tómate en serio a los niños. Sé tan honesto con ellos como ellos lo son contigo”, señalaba al Diario El Mundo (España), Dick Bruna, quien murió en Utrecht el 2017.
Dick Bruna logró trascender en el tiempo al ser leído por abuelos, padres y nietos en forma consecutiva, y mantenerse vigente hasta la actualidad.
Esta premisa hizo de su literatura un antecedente que marca algunos criterios editoriales en libros para la primera infancia hasta la actualidad. Como buen diseñador (y tal como lo hizo Bruno Munari unos años antes), la observación de la infancia y la experimentación lo llevan a tener una conciencia clara de las necesidades estéticas en los primeros años de lectura, conceptos universales que siguen vigentes hoy en día.
Sus libros han mantenido las mismas características compositivas y de formato que Bruna propuso hace casi setenta años: son pequeños, cuadrados, tienen doce páginas, en la página izquierda un texto rimado y en la derecha, la ilustración. El trabajo gráfico se basa en líneas simples, fondos despejados y una vibrante paleta compuesta por colores primarios más verde, naranja y café (tonos ligados a la tierra y a las zanahorias). Además, los textos prescinden de mayúsculas y de otras reglas de escritura, como puntos y comas, con el fin de facilitar la fluidez y la lectura autónoma de los primeros lectores.
Este minimalismo gráfico se contrasta con el contenido. Si bien, los textos son sencillos y sonoros, la profundidad de las temáticas y la cercanía para abordarlas han sido esenciales para la trascendencia de este personaje. Pero lo verdaderamente sobresaliente es el tratamiento de esta cotidianidad temática, ya que nos muestra los problemas y la complejidad emocional dentro del mundo infantil como pocos libros para la primera infancia lo hacen: en ellos no todo es bonito. Hablan, por ejemplo, del cansancio que produce el trabajo, de la percepción de los adultos de ser muy pequeña para algo o incluso sobre la muerte de su abuela.
Miffy se convierte así en un personaje que vive diversas aventuras, transformando sus libros en puentes que introducen a la primera infancia no sólo en el juego del lenguaje, sino en la esencia de la valoración de la simpleza, tanto en sus ilustraciones alejadas de artificio, como en su visión del mundo.
Pese a su larga trayectoria y fama mundial, los libros de Miffy llegan a Chile recientemente publicados en español de la mano de Coco Books, con las dificultades que presenta la traducción del texto rimado a nuestro idioma. Pese a esto, es interesante observar cómo su imagen se nos hace familiar, debido a que su figura ha trascendido los libros, llegando a nuestros ojos a través de series de televisión y de productos como lápices, poleras, estuches, entre otros.
Si bien estamos lejos del museo del universo de Miffy, en la ciudad de Utrecht (Países Bajos), donde se llena de visitantes que quieren conocer el barrio, la granja y la casa de la conejita, nosotros agradecemos la posibilidad de que sus historias lleguen a este rincón de mundo para cautivarnos con su ternura y para que lectores más pequeños puedan habitar su universo con sencillez y belleza.