
El pájaro de las mentiras: ecos de oralidad y memoria
Ekaré nos entrega un cuento sudafricano sobre un niño y un pájaro que crece con cada mentira. Con ecos de la tradición oral e ilustraciones inspiradas en el arte Ndebele, la historia revela cómo los secretos y la verdad terminan habitando el corazón del hogar.
Makambacha es un niño que tiene tres hermanas: Nombi, Nozipo y Natazi. Pese a esto, el pequeño se aburre mucho, ya que ellas no quieren jugar con él porque se porta muy mal y hace travesuras. Pero un día, estando solo en la cocina, se encuentra con un pequeño y colorido pajarito. “¡Juguemos a la pelota en la cocina!”, le dice, invitación al juego que, sabemos, no hay manera de que termine bien.
Damos vuelta la página y el pajarito, ahora un poco más grande, sugiere a Makambacha culpar a sus hermanas por el desastre causado. Varias travesuras se suceden en este libro y el pájaro de las mentiras solo crece y ocupa más espacio en cada doble página… hasta que Nombi, Nozipo y Natazi deciden pedirle ayuda a una abeja para que mamá y abuela Gogo descubran la verdad.
El pájaro de las mentiras (Ekaré, 2024), del académico, traductor y escritor sudafricano Msuswa P. Mabena, e ilustrado por Dale Blankenaar, también sudafricano, es un cuento que nos habla sobre la soledad, las mentiras y sus consecuencias, con el ritmo y sonoridad del relato oral que se transmite de una generación a otra: “Esta es la historia del pájaro de las mentiras. Te la cuento yo a ti como me la contaron a mí”, es la frase que da inicio al relato.
Pero si prestamos atención a las ilustraciones, veremos que estas nos hablan de otra historia más profunda. La de la nación Ndebele del Sur en Sudáfrica, un pueblo que —se explica en una nota al final del libro—, durante el siglo XX luchó contra la colonización, el imperio británico y el apartheid. Ante estas acciones, resultó ser una forma de resistencia para preservar sus tradiciones y su historia.
Una de las más conocidas es el arte mural de las mujeres Ndebele, quienes pintan las viviendas con coloridos patrones de líneas paralelas y figuras geométricas que juegan con la simetría, inicialmente utilizando pigmentos naturales extraídos de la tierra. Pero esta expresión artística está lejos de ser algo meramente ornamental, ya que durante las guerras antes mencionadas, estos murales escondían mensajes de resistencia.
Tal como explica Eliana Botero Medina (2016), esta tradición cultural, desarrollada exclusivamente por mujeres, permitió fortalecer los conceptos de identidad y pertenencia de los habitantes de un pueblo constantemente asediado y desplazado, que tuvo que modificar tanto sus costumbres como formas de habitar el espacio.
En el relato, la geometría, similar a la del arte Ndebele, es un recurso esencial para la construcción del espacio doméstico.
A grandes rasgos, la autora explica que debido a la expropiación a la que fue sometida este pueblo, se pasó de las tradicionales casas individuales de forma circular a complejos compuestos por varias edificaciones rectangulares hechas de barro, protegidas por un muro que las rodeaba. Caracterizados por ser una comunidad que practica la poligamia, esta estructura les permitió mantener bajo resguardo al patriarca y a sus diferentes esposas en espacios independientes, pero dentro de un mismo complejo familiar o umuzi.
En este contexto, las brillantes figuras geométricas que enmarcan las fachadas e interior de sus viviendas se transformaron en un símbolo de resistencia ante el desarraigo y despojo, además de una vinculación directa con sus antepasados: donde sea que este pueblo estuviese, ellos llevan consigo su identidad y su historia, para transmitirla a sus hijos e hijas y exponerla con orgullo a otros integrantes de la comunidad.
Esta tradición artística es la que inspiró al ilustrador sudafricano Dale Blankenaar para dar vida a El pájaro de las mentiras. En el relato, la geometría, similar a la del arte Ndebele, es un recurso esencial para la construcción del espacio doméstico, resguardado por la madre y la abuela Gogo. Si en un comienzo los personajes y parte importante de la casa están pintados con blanco y negro —el piso, la mesa, las sillas y hasta un árbol que expande sus raíces hacia las profundidades de la tierra—, prontamente el negro irá perdiendo terreno ante los llamativos colores del pájaro de las mentiras.
En la medida que las travesuras del pequeño Makambacha se suceden y las mentiras se van acumulando, esta ave crecerá cada vez más, hasta que desaparece porque Makambacha y sus hermanas se disponen a atraparla. Sin embargo, al llegar al final, nos damos cuenta de que sus colores han pasado a ocupar los cimientos del hogar del protagonista.
Si miramos la historia de este pueblo y el simbolismo que encierra la intervención del espacio doméstico por parte de las mujeres, comprendemos que, en este relato maravillosamente ilustrado, el pájaro de las mentiras no desaparece del todo: se transforma en parte esencial del hogar. Con la cadencia de un cuento oral, la narración busca transmitir valores universales sin recurrir a lo evidente, sino a través de una historia sencilla y abierta, que invita a cada lector y lectora a su propia interpretación.



