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    El testimonio gráfico de Keum Suk Gendry-Kim
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    El testimonio gráfico de Keum Suk Gendry-Kim

    18 marzo, 2025 Por Diana Bravo T.
    publicado en el Boletín 16

    Ganadora del premio Harvey, finalista del prestigioso premio Eisner y mencionada en las listas de mejores libros del año por The New York Times, The Guardian y Los Angeles Times, la surcoreana Keum Suk Gendry-Kim nos emociona con crudos relatos que no dejan indiferente a nadie.

    Keum Suk Gendry- Kim

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    Encontrarnos con las obras de Keum Suk Gendry-Kim fue una de las experiencias más enriquecedoras del año 2024. Sus novelas gráficas, publicadas en español bajo el sello Reservoir Books, Hierba (2022), La espera (2023) y Perros (2024) nos han impactado con historias que nos son lejanas cultural y geográficamente, pero que por su construcción, son un excelente ejemplo de cómo la literatura y el arte preservan la memoria histórica, despiertan emociones a través del valor estético y promueven las elaboraciones simbólicas de vivencias propias.

    La novela gráfica que la hizo conocida internacionalmente fue Hierba, una obra que es también un testimonio biográfico en que se narran las experiencias de mujeres forzadas a trabajar en burdeles militares durante la ocupación japonesa de Corea, que se extendió desde 1910 hasta 1945 y la novela recupera el testimonio de Lee Ok-Sun, a quien Gendry-Kim entrevistó visitando una casa de reposo para mujeres que sufrieron violencia sexual por parte de soldados japoneses. Muchas mantuvieron en silencio lo ocurrido; al tratarse de víctimas de crímenes sexuales cargaban con la vergüenza y la culpa, pues socialmente se les responsabilizaba por las violaciones a las que fueron sometidas. Al terminar la guerra quedaron libres de sus opresores, pero la sociedad y sus familias, quienes deberían haberlas cobijado, las rechazaron. 

    Hay momentos de enorme crudeza, pero Gendry-Kim los trabaja con metáforas visuales, dando cuenta con claridad de la reflexión y respeto con que la autora se plantea su trabajo. Hierba es un testimonio histórico y emotivo de las mujeres supervivientes muchas de ellas eran aún niñasque vivieron esta crueldad, y quienes ahora ancianas, firmes como la hierba, siguen exigiendo reparación y reconocimiento del daño recibido. 

     

    Reencuentro familiar 

     

    El 25 de octubre de 2015, el diario chileno La Tercera informaba: “Concluye el reencuentro de familias separadas en las dos Coreas. En la reunión de clausura de este lunes, 438 coreanos de 90 familias de Norte y Sur se despidieron entre lágrimas y abrazos después de tres días de encuentros colectivos e individuales, sin la certeza de poder volver a verse en vida”. Esta noticia, que tal vez no tuvo mayor repercusión en nuestro país, aborda el tema central de La espera, novela gráfica inspirada en la experiencia de la propia madre de la autora.

    La narración, que se nutre de testimonios y entrevistas a distintas personas, está hilada por la historia de Gwija, separada de su hijo y marido mientras escapaban del norte buscando refugio en el sur del país. Al igual que en Hierba, se nos presenta a la protagonista desde la infancia, ayudándonos a entender el contexto y la evolución de los hechos que condujeron a los trágicos acontecimientos posteriores. 

    El libro está cruzado por las dificultades de Gwija la mayoría de las cuales surgen porque es mujer y su familia, en especial desde el inicio de la guerra y el éxodo que debieron realizar junto a cientos de otras personas en busca de refugio, bajo  bombardeos, hambre y muerte. También se relatan los reencuentros acordados entre ambas Coreas, promovidos por un programa de TV llamado Finding Dispersed Families (1983) y organizados a través de sorteos de lotería. La anciana Gwija hasta el final, al igual que la madre de la autora, no pierde la esperanza de reencontrar y abrazar a su familiar.

     

    Vida de perros  

     

    A diferencia de las dos obras anteriores, la portada de Perros es a color y muestra a un cachorro en blanco y negro, pancita a cielo, sostenido por las manos de una persona. Imaginé un libro de tenor muy distinto a los previos, pero como es inevitable en una autora que señala su interés por explorar los rincones sombríos de la realidad, este cómic tiene de dulce y de agraz.

    En este relato autobiográfico, la narradora y su pareja deciden comprar un perro de raza corgi para acompañarse frente a una pérdida familiar. La adquisición del cachorro implica un total cambio de vida para la pareja, y para la narradora, una evolución en su manera de relacionarse con estos animales. La adopción de un segundo y hasta un tercer perro, que no están exentas de aprehensiones y cuestionamientos, la lleva a concluir que cada uno tiene su personalidad y una particular manera de relacionarse con el mundo y entre ellos.

    Uno de los momentos más difíciles del libro es la aparición de la costumbre, en especial entre personas mayores del mundo rural, de alimentarse de perros, junto con las tristes historias de las perritas Kami y Choco, ambas víctimas de la desidia y crueldad humanas. En este contexto, la imagen de portada pasa de evocar ternura a ser una reflexión sobre nuestra responsabilidad con el bienestar de estos seres sintientes.

    En estas obras, las narraciones no se centran en las acciones; se trata de relatos reflexivos, en los que el uso de la primera persona y el monólogo interior nos permiten conocer a los personajes y acompañarlos en la incertidumbre inherente al destino.

    La construcción del relato 

     

    En cuanto al estilo gráfico, muy similar en las tres obras, la autora ha señalado que sus herramientas de trabajo son pinceles tradicionales coreanos, ramas de árboles y sus manos. Su técnica en el uso del blanco y negro junto con la aguda capacidad para observar el entorno y a quienes lo habitan, configuran un estilo personal y reconocible. Las ilustraciones suelen ser expresivas y detalladas, trabajando de forma más realista los escenarios y de manera más abstracta o icónica a las personas, lo que propicia la identificación con sus personajes.

    Al igual que otros autores de cómics orientales, Gendry-Kim crea relatos pausados, usando con frecuencia transiciones de escena a escena, en especial, cuando trabaja simbólicamente con elementos de la naturaleza para transmitir las emociones de sus protagonistas. En esta labor la autora demuestra gran maestría, pues no satura con acciones o diálogos que sobreexpliquen lo que quiere transmitir, sino que se sirve de las herramientas que ofrece el cómic y el lenguaje visual para que los lectores trabajemos activamente en la interpretación de los relatos. 

    En Hierba y La espera es magnífica la forma en que dispone y arma las viñetas, otorgando dinamismo a la narración y construyendo la intrincada temporalidad de sus historias, de manera tal que nos sumerge en la narración de los hechos pasados para luego, con pocas viñetas, retrotraernos al testimonio que está siendo narrado. En Perros son frecuentes las imágenes que nos muestran a los canes con detalle: sus movimientos, expresiones faciales y miradas se trabajan en primeros planos induciendo la empatía del lector. En estas obras, las narraciones no se centran en las acciones; se trata de relatos reflexivos, en los que el uso de la primera persona y el monólogo interior nos permiten conocer a los personajes y acompañarlos en la incertidumbre inherente al destino.

    Frente a lo ameno de otras expresiones de la cultura surcoreana, que se han internacionalizado masivamente, como la gastronomía, la música o los dramas coreanos, Keum Suk Gendry-Kim expone memorias para visibilizar temas incómodos culturalmente. Nos comunica cruentos hechos que muchos surcoreanos desean olvidar, pero que ella considera fundamentales de recuperar para escuchar, dignificar y reparar a quienes quedaron al margen; también por la necesidad de que las nuevas generaciones no los ignoren. 

    Es inevitable pensar en nuestra historia o en la de otros países, y en la contraposición entre los discursos que promueven el olvido para seguir adelante, frente a las voces que defienden la importancia de avanzar con memoria y reconocimiento. Sólo  así podremos construir un presente y un futuro más justos y una historia que se nutra de múltiples voces y memorias colectivas. Keum Suk Gendry-Kim toma su postura y desde ahí nos exhorta a responsabilizarnos frente a los derechos de los humanos y los animales.