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    “Pan de nube”

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    “La extraña mamá”

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    “El hada del agua”

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    La vida un poco más dulce
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    La vida un poco más dulce

    11 agosto, 2023 Por Pablo del Valle T.
    publicado en el Boletín 13

    Aunque lleva casi dos décadas confirmándose como una de las autoras más queridas en Corea del Sur, su país de origen, el nombre de Heena Baek suena a novedad por este lado del mundo. Su obra, que destaca por su original y meticulosa propuesta visual, llega a remover el panorama de la literatura infantil ilustrada.

    “Pan de nube”

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    Leer un libro de Heena Baek es una experiencia conmovedora y multidimensional que se parece a ver una buena película, a recibir un abrazo o a recorrer un museo en un día lluvioso. La ilustradora checa Květa Pacovská (1928 – 2023) planteó hace muchos años que los álbumes ilustrados «son los primeros museos a los que acceden los niños» y, la verdad, es que recuerdo pocos libros que encarnen tan bien esta premisa como los de Heena Baek. Sus ilustraciones son verdaderas obras de arte que invitan a las infancias a ampliar su sentido estético con propuestas extrañas y evocadoras; y sus historias, siempre con un pie en la cotidianidad y otro en la fantasía, son capaces de convertir los días malos en días buenos con su ternura y su sentido del humor.

    Nuestro comité tuvo el regalo de conocer la obra de Heena Baek este año. Supimos de inmediato que estábamos ante una creadora excepcional, destinada a marcar una época en la literatura infantil y juvenil. Esta ilustradora y contadora de historias, nacida el año 1971 en Seúl —donde ocurren muchos de sus relatos— alcanzó reconocimiento mundial el año 2020, luego de ser distinguida con el premio Astrid Lindgren Memorial Award (ALMA) entregado por el gobierno de Suecia a personas que han contribuido de manera significativa a la LIJ. Su nombre se sumó al de Maurice Sendak (2003), Shaun Tan (2011), Isol (2013) y Wolf Elbruch (2017), entre otros, confirmando su enorme calidad literaria. El premio, que debe su nombre a la escritora sueca Astrid Lindgren, creadora de Pippi Calzaslargas, parece doblemente especial para Heena Baek, cuyo apodo de infancia era precisamente Pippi, en honor al pecoso personaje.

    Hacer alusión a la niñez de la autora es mucho más que un ejercicio anecdótico. Se me ocurren pocos artistas que celebren su propia infancia —y al mismo tiempo todas las infancias— de manera tan afectuosa y abierta como Heena Baek. Es común oírla hablar en sus entrevistas de las grandes pasiones de su niñez: dibujar, escribir y jugar con muñecas. Resulta emocionante ver cómo a sus casi cincuenta años ha convertido estos pasatiempos en pilares imprescindibles de su labor, que hoy realiza con un alto nivel de profesionalismo.

    La propuesta gráfica de Baek se caracteriza por la modelación de maquetas y muñecos en miniatura para crear escenarios minuciosamente construidos, iluminados y fotografiados (no puedo dejar de recomendar los registros audiovisuales que condensan el largo proceso creativo del equipo de producción, disponibles en la web de la editorial Kókinos). Para construir el ritmo narrativo de sus historias, la autora alterna con asombrosa lucidez las perspectivas, los planos y los encuadres de sus fotografías, echando mano a su experiencia en el cine de animación. Pasar las páginas de sus libros es una experiencia cinematográfica que recuerda a películas de stop motion como El Fantástico sr. Zorro (2009), de Wes Anderson, o Pinocho de Guillermo del Toro (2022); aunque para describir los relatos de Baek no hay comparación que haga justicia, pues transitan siempre por caminos irrepetibles.

    Tres libros para comenzar

    Este semestre leímos tres títulos de Heena Baek traducidos y publicados por la editorial española Kókinos, que trae a Chile Liberalia. Son lecturas que pueden servir como puerta de entrada a su extensa obra, que cuenta con más de una docena de publicaciones.

    Pan de nube (2022) es su primer título, publicado originalmente el año 2004. Para las ilustraciones, Heena Baek fotografió personajes de papel y género en una detallada casa hecha de cartón. El relato comienza cuando dos gatitos llevan a su madre una pequeña nube que encontraron enganchada en un árbol. Siguiendo paso a paso una receta, la madre amasa y hornea la nube para cocinar unos panecillos que hacen flotar a quien los come. Después de desayunar, los hermanos salen volando por la ventana para llevar una especial sorpresa a su padre, que está atascado en el tráfico de camino a su estresante trabajo de oficina.

    En La extraña mamá (2021), publicado en Corea el año 2016, Baek explora una nueva técnica: la utilización de muñecos de arcilla que deslumbran por la exquisitez de su lenguaje corporal y la expresividad de sus gestos faciales. El relato arranca con una madre preocupada que, incapaz de abandonar su trabajo, debe buscar a alguien que se haga cargo de su pequeño hijo Yoyo, que debe volver a casa pues está ardiendo en fiebre. Este problema es la puerta de entrada para que aparezca la extraña mamá, un personaje mágico que cruza la tormenta parada sobre una nube para ir a cuidar al niño. La mujer, que recuerda a deidades orientales por su peinado, vestido y maquillaje, se ofrece a cocinar una cena caliente. Al final del día, una espuma hecha con claras de huevo se convierte en un suave colchón para que Yoyo pueda descansar.

    Los muñecos modelados con arcilla se repiten en El hada del agua (2022), un álbum con escenarios fotografiados, esta vez, en locaciones del mundo real. En este relato una niña y una mamá visitan una antigua casa de baños de su barrio. Desafiando las instrucciones de su madre, la protagonista se baña largamente en la piscina de agua fría. Es en este espacio prohibido en donde conoce al hada del agua, una anciana que recuerda inevitablemente a la extraña mamá. La narración visual relata el tiempo compartido entre las dos mujeres a través de imágenes conmovedoras y divertidas: la anciana y la niña nadan, juegan y descansan en el agua en una secuencia de fotografías que celebran con deleite la naturalidad de la desnudez. Aquí la tradición de las leyendas orientales se cuela en un relato cotidiano y transgresor que culmina con una protagonista resfriada y llena de mocos, rezando para volver a ver a la señora de los baños.

     

    Hacer alusión a la niñez de la autora es mucho más que un ejercicio anecdótico. Se me ocurren pocos artistas que celebren su propia infancia —y al mismo tiempo todas las infancias— de manera tan afectuosa y abierta

    Nubes, madres y cocinas

    Descubrir los libros de Heena Baek es como adentrarse en la obra cinematográfica del japonés Hayao Miyazaki. Leer uno de sus libros es sumergirse en un universo que reúne incontables obsesiones, texturas y símbolos con un sello particular que dan ganas de conocer cada vez más. Son varios los ingredientes que se repiten en sus libros, como los alimentos, que cumplen el rol trascendental de sanar y reunir a los personajes; y las nubes, que en forma de cúmulos, neblinas o vapores sumergen las historias en atmósferas suaves y misteriosas.

    Los tres libros están ambientados en días fríos que se ven sorprendidos, de pronto, por destellos de calidez. Los escenarios están construidos y pintados con un detalle asombroso que invita a detenerse en los objetos cotidianos que atiborran los rincones. Al fotografiarlos, Baek utiliza sin temor los desenfoques para sumergir a los lectores en sus pequeños universos, que replican la arquitectura de baños y cocinas.

    La calidad de la técnica y el carácter conceptual de las ilustraciones, lejos de opacar a los textos, hacen resaltar lo más importante: las historias. Los relatos hablan sobre rutinas interrumpidas por seres de otros mundos, que entran sin hacer ruido para convertir las acciones más sencillas en conjuros contra la enfermedad, el aburrimiento o la soledad. Cocinar y jugar en la piscina son actos maravillosos que despliegan el poder sanador del tiempo compartido, en ese espacio intermedio entre la fantasía y la realidad que la autora sabe utilizar muy bien para narrar historias abiertas a la interpretación.

    No es casualidad, por último, que todos sus relatos estén protagonizados por familias. Heena Baek imagina grupos familiares imperfectos en los que siempre se abre una grieta para cultivar el afecto. Los protagonistas son niños que, tal como Max en la obra de Sendak o Chihiro en la de Miyazaki, viven sucesos extraordinarios que les permiten atravesar los momentos difíciles. También son centrales las figuras maternas, que personifican con hondo realismo las fragilidades de la adultez. Es ahí, en la relación entre niños y madres, donde se amasa una de las temáticas principales de la obra de esta autora: la importancia de cuidar y ser cuidado.

    Los libros de Heena Baek son historias horneadas a fuego lento que entretienen, asombran y conmueven. A los títulos recomendados en este artículo podemos sumar otros traducidos por la editorial Kókinos, como Caramelos mágicos (2021), Una visita muy rara (2023) y Helados de luna (2022), que utilizan ingredientes parecidos para lograr historias diferentes y encantadores. En sus entrevistas, la autora cuenta que siempre está pensando en qué escenas harán sonreír a sus lectores y afirma que su principal motivación para escribir es hacer que los niños «puedan ver la vida un poco más dulce». La intención salta a la vista en sus resultados: los universos de Heena Baek brillan por mil razones, pero la más importante de todas es que están construidos con inmensa dedicación y dulzura a la medida de los lectores más importantes de la LIJ, las infancias.