Luz en medio de la oscuridad: emociones difíciles en la literatura infantil
Entre guías prácticas y coloridos catálogos de sentimientos destacan algunos libros que responden a una nueva tendencia en la literatura infantil: historias que hablan sobre emociones difíciles manteniendo su carácter literario, estético y abierto a la interpretación.
Un día, un revoltijo de líneas oscuras comienza a seguir a la protagonista de Una cosa rara y nada graciosa (Periplo, 2022), un álbum de la catalana Guilia Sagramola. Esta mancha, que no quiere despegarse de los pies de la niña, recuerda a otras metáforas visuales de la literatura infantil como la nube negra que persigue al famoso chimpancé del inglés Anthony Browne en Willy y la nube (FCE, 2016), o el vacío circular que se abre en el pecho de Maia, en La vida sin Santi (FCE, 2014), de Andrea Maturana y Francisco Javier Olea.
¿Qué representan estos elementos? Dependerá, como sucede siempre con el arte, de la interpretación y sensibilidad de cada lector: para algunos evocan emociones como la tristeza, el miedo o la vergüenza; para otros, sentimientos complejos como la frustración, la desesperanza o la melancolía.
Se evidencia en estos libros lo que la escritora Yolanda Reyes llama “la sustancia oculta de los cuentos”: ese poder de las palabras para dar nombre y existencia a realidades interiores inciertas y terribles. La literatura, al hablar sobre ellas, abriría caminos para mirarlas, comprenderlas e integrarlas. Es lo que sucede en Una cosa rara y nada graciosa: con el tiempo, la protagonista comienza a aceptar a su perseguidora y, luego de dibujarla y recortarla, logra transformarla en algo nuevo.
El escritor e ilustrador Maurice Sendak profundizó en estos temas en su famoso discurso de aceptación de la Medalla Caldecott, en 1964: “Lo que se ignora demasiado a menudo es el hecho de que desde la más temprana edad los niños conviven con emociones perturbadoras (…) y es a través de la fantasía que alcanzan la catarsis. Es la mejor forma que tienen de domar las ‘cosas salvajes’”.
En una clara alusión a su álbum Donde viven los monstruos (1963), Sendak reflexiona sobre la representación simbólica de las emociones en la ficción. Al igual que sucede con Max ―que viaja a una isla para convertirse en el rey de todos los monstruos― muchos personajes de la LIJ son llevados a espacios psíquicos en donde pueden enfrentarse a sus miedos más profundos o sublimar sus pulsiones más agresivas. Esto es lo que sucede en otra novedad literaria: Hiro y la camatigre (Liebre, 2024), un libro de los japoneses Eiko Kadono y Koji Suzuki.
Hiro, la protagonista de esta historia inquietante, pierde la atención de su mamá luego de convertirse en hermana mayor. Una tarde se pone a garabatear un tigre feroz en la cuna de su hermanita y, en un arrebato, le suplica al dibujo que se la trague de un bocado. Esa misma noche el tigre cobra vida y comienza a pasear por la habitación con el bebé sobre su lomo.
La figura de esta bestia intimidante puede interpretarse como una materialización de las llamadas ugly feelings: emociones incómodas como los celos, la envidia, la ira o el odio. El libro, a diferencia de otros títulos pensados para preparar la llegada de un hermano o aprender a “gestionar” la rabia, no tiene una intención instrumental. El final, aun así, es esperanzador: Hiro se esfuerza por evitar el desastre, hasta que logra llevarse al tigre de vuelta al mundo de los sueños.
Las metáforas que hemos nombrado pueden relacionarse con el arquetipo de la sombra, que en términos psicoanalíticos se define como aquella parte de nosotros que no nos gusta o que desconocemos. Parece interesante ver cómo la literatura infantil, al representarla, ofrece la oportunidad de sacarla a la luz.
¿Qué representan estos elementos? Dependerá, como sucede siempre con el arte, de la interpretación y sensibilidad de cada lector.
Según la antropóloga Michèle Petit esto ocurre como los insights en la psicología: haces de luz impredecibles que entregan una nueva comprensión sobre nosotros mismos. Estos descubrimientos suceden durante la lectura de manera azarosa, cuando una historia remueve la interioridad de sus lectores sin tener necesariamente una intención terapéutica.
Para entender estos procesos en clave literaria podemos acudir a El elefante en la sombra (Libros del Zorro Rojo, 2023), un álbum de Nadine Robert y Valerio Vidali. En esta historia los animales de la sabana se esfuerzan en vano por levantarle el ánimo con chistes y bailes a un elefante que se mantiene recostado en la sombra. Los colores de las páginas se contrastan: por un lado, tonos brillantes y saturados; por el otro, matices azules y oscuros.
Sólo un ratoncito, que se sienta junto al protagonista sin intenciones, logra tocar el corazón de la bestia. El roedor cuenta su propia historia, está perdido y necesita encontrar una llave, hasta que, de improviso, ambos se ponen a llorar. A medida que cae la noche la división de las páginas se disuelve y los dos animales se levantan para emprender camino, bajo la suave luz de la luna.
Esta fábula, que puede ofrecer compañía y comprensión a quienes han experimentado una depresión o una tristeza profunda, es un ejemplo del poder reparador que puede tener una experiencia estética. Los colores, las cadencias y los silencios invitan a una lectura sensible, capaz de conmover a lectores de todas las edades.
Mención especial merece un último título: ¿Cómo será el más allá? (Libros del Zorro Rojo, 2022), un libro de Shinsuke Yoshitake que se adentra con originalidad y ternura en la sombra universal por excelencia: la muerte.
La historia comienza cuando un niño encuentra las notas que su abuelo dejó antes de morir. En ellas, el anciano revela sus tipos de tumbas favoritas, sus planes para reencarnar y algunas ideas de souvenirs para que sus familiares no lo olviden. Las ilustraciones también representan, a modo de infografía, cómo se imagina el más allá: un lugar lleno de futones y baños termales donde las personas dicen únicamente cosas agradables y los peinados pueden cambiarse con sólo tocar un botón.
El libro utiliza el humor para iluminar aquel espacio del que todo ignoramos: lo que ocurre después de la muerte. “Quizás el abuelo se sentía muy solo y la muerte le daba mucho miedo” ―reflexiona el protagonista― “y por eso escribió este cuaderno. Para pensar en cosas divertidas y temer menos a la muerte”.
Inspirado por este descubrimiento, el niño comienza a hacer prácticas de vuelo para cuando vaya al cielo a visitar a su abuelo. Es eso mismo, quizás, lo que ofrecen estos y tantos otros libros a sus lectores: un campo de práctica para sentir sin riesgo de hacerse daño, un espacio seguro para adentrarse en las sombras más oscuras y alumbrarlas con inesperados haces de luz.