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    Ni cuentos ni biografías
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    Ni cuentos ni biografías

    09 agosto, 2022 Por Pablo del Valle T
    publicado en el Boletín 11

    En medio de la extensa lista de biografías ilustradas que se han publicado dirigidas al público infantil o juvenil los últimos años, destacan algunas novedades que ponen el acento en su valor estético. A través de recursos poéticos y propuestas gráficas novedosas, convierten a personas de carne y hueso en cautivantes personajes literarios.

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    Hace cinco años las librerías experimentaron el boom del libro Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes (Planeta, 2017), una recopilación de biografías ilustradas sobre mujeres relevantes en distintos ámbitos de la historia. Independiente de la valoración que pueda hacer cada lector sobre este éxito de ventas —hay quienes lo atesoran entre sus favoritos y otros que ven demasiada simpleza e infantilización en sus textos— el título del libro nos plantea una inquietud interesante de explorar: ¿Por qué se vende un libro como si fuera de cuentos, si lo que contiene no son ficción sino biografías? Parece evidente la existencia de una estrategia editorial para hacer llegar los textos a más lectores sin importar si se genera una confusión al disfrazarlos como cuentos. Sin embargo, también es posible reconocer una intención sincera por narrar historias verídicas con afán literario, aunque este último no siempre brille en el resultado final.

    A la par de este fenómeno, han sido muchos los libros que han intentado llevar a cabo el tránsito “de biografías a cuentos”, llenando las bibliotecas con historias de deportistas, músicos y activistas por distintas causas. Sin embargo, son pocas las creaciones que han logrado cruzar la línea —necesaria o no, según la opinión de cada uno— y separar lo informativo de lo literario. En la vanguardia de la LIJ destacan algunas propuestas originales que no pretenden exhibirse como cuentos, sino que avanzan con comodidad sobre ese extraño terreno en que se encuentran la realidad y la ficción. Son aquellas que ponen el acento en lo estético a través de la palabra y la ilustración, sin descuidar la rigurosidad de la investigación histórica. Parecen biografías, pero son algo más que eso, pues construyen personajes literarios a partir de los que existieron en carne y hueso.

    Un primer ejemplo es el libro Marie Curie en el país de la ciencia (Ediciones Ekaré, 2020). En medio de la necesaria proliferación de biografías que buscan reivindicar la corriente feminista de la historia, este libro destaca por su cuidada puesta en escena. El personaje y su contexto son representados por las llamativas ilustraciones de Claudia Palmarucci, que utiliza recursos gráficos arriesgados y evocadores, como una paleta de colores que contrasta azules, verdes flúor y sepias; juegos de perspectivas y encuadres que construyen escenas abiertas a la interpretación; y referencias sutiles a cuadros de grandes pintores.

    El texto de Irène Cohen-Janca no solo narran los logros más conocidos de la primera mujer ganadora del Nobel, sino que se sumerge de manera poética en su vivencia emocional, trastocada luego de crudas experiencias como la muerte de un marido o el trabajo en terreno en medio de la guerra. A través de recursos literarios que dejan atrás la simpleza de la descripción, las palabras toman al personaje histórico y lo empujan hacia el imaginario de la ficción: “aquella que transporta decenas de kilos de piedras y revuelve con su largo palo un caldero burbujeante lleno de materia negra no es una bruja con cara de hada. Es Marie Curie, la sabia de salud frágil, pero de coraje y voluntad inmensos, esclavizándose para la ciencia”.

    Otro ejemplo es El árbol de la vida: Charles Darwin (Ediciones Ekaré, 2021), ganador de importantes premios como el que entrega anualmente el New York Times al mejor libro ilustrado. En este título, el escritor e ilustrador Peter Sís construye la narración integrando texto e imágenes de manera espectacular, ofreciendo como resultado una bitácora visual con intención abiertamente informativa, salpicada de cartas, rutas marítimas, fechas, retratos de científicos y bocetos de animales y plantas. El texto incluye fragmentos del diario de vida de Darwin, dando paso a un narrador en primera persona que revela su propia intimidad: “Por lo que puedo juzgar, creo que no estoy hecho para seguir ciegamente el camino que han marcado otras personas”.

    Las palabras del naturalista reflejan muy bien el contenido del libro, que sigue caminos inesperados, intercalando con soltura las referencias enciclopédicas y las ilustraciones poéticas que mueven al personaje al universo de lo literario. Así, en la obra pueden convivir una notable doble página que explica la teoría de la evolución junto a una ilustración —seleccionada también para la portada— en que Darwin monta un ser fantasioso conformado por cientos de gallinas. El libro, en suma, tiene el mérito de presentar a un personaje de por sí extraordinario y convertirlo en leyenda para sus lectores.

    Ninguna de las personas mencionadas en este artículo son las verdaderas protagonistas de los libros que llevan sus nombres inscritos en sus portadas. Son sus fantasmas, sus sombras, sus versiones poéticas las que habitan las páginas, como si fuesen esculturas en un museo de arte

    Finalmente, así como hay libros que transforman a personas de carne y hueso en héroes literarios, hay otros que consagran a personajes históricos como villanos. Es el caso de la novela gráfica Los fantasmas de Pinochet (Planeta Cómic, 2021) que narra la historia personal del dictador a través del trabajo conjunto del escritor Francisco Ortega (Mocha Dick) y el ilustrador Félix Vega (Juan Buscamares), quienes definen su obra como una novela de ficción basada en hechos reales. En ella, las viñetas hacen asertivos saltos temporales entre distintas escenas de la vida de Augusto Pinochet, pasando por su infancia en Valparaíso, su vejez recluida en Inglaterra y su ascenso al poder en 1973. Es esta evolución la que se representa en la portada, que muestra a siete versiones del personaje, cual tótem de poder sobre un fondo rojo sangre que se mantendrá en las escenas más grotescas de la obra.

    El relato está construido mediante recursos narrativos y gráficos que desencadenan una experiencia literaria incómoda, capaz de llevar al límite la potencialidad que existe cuando se unen lo histórico y lo estético. La extensa bibliografía incluida al final del libro demuestra la seriedad del trabajo de investigación realizado a lo largo de cinco años que, sumados a las decisiones estéticas de sus autores, permitieron construir a un villano que termina por completarse en el clímax que sigue a su muerte. Es en este terreno desconocido cuando la historia da paso a la ficción más desatada: el juicio de Pinochet y su entrada al infierno, enfrentado por todos sus fantasmas.

    Ninguna de las personas mencionadas en este artículo son las verdaderas protagonistas de los libros que llevan sus nombres inscritos en sus portadas. Son sus fantasmas, sus sombras, sus versiones poéticas las que habitan las páginas, como si fuesen esculturas en un museo de arte más que monumentos en medio de la plaza ciudadana. El valor estético de estos y otros relatos biográficos nos pone ante géneros difíciles de categorizar que se están abriendo camino en la literatura infantil y juvenil. Definitivamente no son libros de cuentos, pero tampoco son meras biografías. Y es que la clasificación pasa a segundo plano cuando lo que importa es el goce que surge al presenciar cómo una persona puede llegar a ser representada; y ya no es ni carne ni hueso ni papel, sino que novedad pura en la experiencia literaria.